Cuando el señor Naldu era muy joven, no vivía en nuestro universo sino en una remota aldea de Äilgsbrua. Un día su tranquilidad se ve rota con el hallazgo de un extraño talismán en forma de espiral, el cual pondrá del revés todo lo que conocía. Acompañado por un salvaje transportista y una rebelde, deberá emprender un largo viaje en busca de respuestas a través de un mundo de magia, embarcaciones voladoras, dinosaurios e indios primigenios mientras es perseguido por los espectros del tirano Mivim, el último arconte, que necesita recuperar la reliquia para consumar su ambición de poder y destrucción.
«Sin comprender las fuerzas que manejaban su existencia, se vio trotando campo a través, cargado meramente con el conflictivo zurrón. Frente a él se abría un vasto mundo de posibilidades infinitas y aventura. De alguna manera, este evento lo impelía sin remisión a la libertad absoluta que siempre anheló, al goce de la incertidumbre, de dejar atrás la convicción de que cada día fuese idéntico al anterior, e idéntico al siguiente».
¿Sería quizás aquel chaval quien iba a empujar la primera ficha que terminará derribando tanta mediocridad y oscurantismo?