Definición de científico: un hombre que no entendía nada, hasta que no quedó nada por entender.

La cita, aunque parece enunciada por el personaje Ian Malcolm de las novelas jurásicas de Michael Crichton, es anterior y pertenece a El último hombre… vivo (1971). En ella, no sólo se define al prototipo de científico, sino por extensión al “hombre moderno”, al sapiens del siglo XX (y XXI) que aúna el nihilismo desarraigado con el ansia prometeica de conocimiento sin causa.

Recientemente, mientras visionaba Oppenheimer (2023) —no me voy a explayar acerca de su sobrevaloración ni de cuánto me aburrió— me llamó poderosamente la atención una pequeña escena, creo que inadvertida para muchos. En ella, el físico se detenía ensimismado ante un cuadro de Picasso expuesto en un museo. Así, se establece una relación entre ambos elementos. Oppenheimer en algunas escenas anteriores daba a entender que las formas de la materia son relativas y que los átomos —de su mano y de la mano de su amante— componen realmente un todo continuo, que tradicionalmente es visto encerrado en esas estructuras, pero que él reventará tales barreras y unirá o mezclará toda esa materia. Picasso por su parte, en su pintura también destruye todo tipo de formas clásicas, retorciéndolas y uniendo todas las perspectivas en una fusionada. Ambos hacen lo que se suele llamar “romper los moldes”, expresión trillada por críticos de pacotilla y revestida siempre de un absurdo y paradójico sentido laudatorio. Pero a mí, y que me perdonen —o apedreen, me es indiferente— los inquisidores y talibanes del “arte moderno”, me sobreviene un único apelativo: monstruoso. Ni Picasso ni Oppenheimer están realmente CREANDO verdaderas formas NUEVAS, en el sentido estricto. Lo que están es reventando, aplastando y deformando las que ya existían para dar lugar a un amasijo horrible, infernal, tan carente de sentido como de bondad.
Están literalmente destruyendo el mundo físico natural para dar a luz un engendro aberrante del mal (ya sea éste un mal estético o directamente de la estructura de la realidad). Sé que en este mundo “moderno” decir esto sobre Picasso es pura blasfemia. No tanto sobre Oppenheimer. Pero cuando en esa escena del film uno queda cautivado con el lienzo del otro, no sólo se está estableciendo una relación entre ambos sino que se muestra la definitiva epifanía que lleva a Oppenheimer a transgredir todas las normas naturales y atreverse a tal iniquidad. En esa escena se está realmente alumbrando un mundo nuevo, se está estableciendo la idiosincrasia del sapiens occidental futuro.
Ambos están plasmando en sus “lienzos” todo el nihilismo, la apatía y la casi psicopatía que habían acumulado en su trayecto vital personal, y lo están arrojando al devenir del mundo externo a ellos con el que no lograban interactuar —ni comprender— sanamente.
El físico mira al cuadro como el hombre de Nietzsche miraba al abismo, y éste le devuelve su vacía mirada. Simbólicamente, es ese momento, esa mirada, la verdadera bomba atómica sobre el mundo natural y sobre nuestra ahora caduca civilización.
Por algo el film de Nolan se basa en un libro titulado American Prometheus. Porque este modelo de hombre moderno ya fue vaticinado por la visionaria Mary Shelley en su obra maestra Frankenstein o el moderno Prometeo. No voy ahora a divagar sobre un libro que he leído, releído y estudiado durante años (y que adapté fielmente en mi último cortometraje). Pero Picasso, Oppenheimer, Bill Gates y tantos otros, son ese Víctor Frankenstein, ese hombre descontento que cree que supliendo su infelicidad con un hartazgo de conocimiento desenfrenado, va a llegar a comprender el mundo natural que siempre pasó invisible ante sus ojos ausentes. Son el ateo que anhela ser un dios. Y que, finalmente, sólo trae fealdad, amargura y destrucción para él y sus semejantes.

Aunque pretendía cerrar aquí y sin querer ahondar en el pintor malagueño, hace un par de días revisité Pleasentville (1998) que —a pesar de la impecable corrección técnica, a día de hoy no me resistió un visionado por su repulsivo adoctrinamiento progre— establece también un paralelismo entre el cubismo de Picasso y un cambio conductual, estético y moral en la sociedad utópica que plantea. Otra cosa es que, obviamente tratándose de este film, tal quebrantamiento y abolición de todo lo clásico y tradicional sea encumbrada como un estado superior y necesario; pero la ruptura de todos los patrones y moldes (e incluida una loa a la infidelidad) viene marcada también por el descubrimiento de unos cuadros del pintor.


© Pedro Jaén Rodríguez 2023


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2 Comments
  • September 1, 2023

    Muy interesante Pedro, concuerdo contigo. Que lástima que seamos pocos los que nos atrevemos a hablar sobre la desnudez del Rey en ésta sociedad decadente y enferma que nos ha tocado. Un abrazo siempre!

    • UigiG
      Reply
      September 1, 2023

      Muchas gracias por tu comentario, Nio! Al menos, en medio de esta locura de mundo, es como un bálsamo encontrar aun personas con las que poder coincidir e intercambiar este pesar y reflexiones. Un enorme abrazo!

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