Si hay una única característica que se cierna sobre todos los rodajes sin distinción, esa es la impredecibilidad. Puedes estar todo un año preparándolo o preproduciendo, pero a última hora el Destino puede decidir que ni siquiera en Enero habrá nieve ni tiempo invernal, sino una primavera soleada y calurosa. Y entonces, maldita sea, tendrás que olvidarte de toda tu planificación o profesionalidad y ponerte a improvisar como un principiante. Y dependiendo de cómo sepas improvisar y su combinación con factores del azar, tendrás un resultado u otro. Puedes tener un equipo armado con tiempo suficiente, con todos los puestos cubiertos, y tener ya entrenado el ojo psicológico para detectar posibles elementos inseguros, pero siempre habrá alguien que no entienda la importancia o el riesgo, y piense que es un pasatiempo del que retirarse el día antes, sin dar la cara. Y tendrás entonces, por mucho que te fastidie o que parezca de no haber planeado como has planeado, tendrás —digo— que buscar aceleradamente la alternativa correcta.
Aunque el concepto de impredecible encierra una paradoja, y ahí está la manera de vencerlo: que es previsible, y por tanto deja de ser impredecible en gran parte. Siempre hay que tener una opción B e incluso C para todo. Un plan de rodaje alternativo que prevea los jueguecitos del Destino con el clima. Un equipo de VARIOS ayudantes donde pueda ser asumible una baja. Una localización alternativa. Una batería extra y doble además de la batería extra, que probablemente no se use. Una tarjeta extra. Utensilios extra. Etc. Etc.
Además, lo impredecible conlleva otro elemento: no sólo ocurre en un sentido negativo, sino también positivo. Un brillo sorpresivo del sol puede hacer verdadera magia en un plano. Una aportación espontánea o accidental de un actor puede enriquecer el dramatismo de manera insospechada. Unos troncos de árbol y ramas abandonadas pueden convertirse en el armazón de algo que el clima ha obligado a idear para evitarlo y lograr la estética buscada.
Porque el Destino no sólo nos pone obstáculo tras obstáculo, el Destino también nos provee, también valora el sacrificio, el esfuerzo, el riesgo y la inventiva, y al final siempre nos enviará un rayo de Sol —incluso literalmente— que haga vivir nuestra obra.


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